jueves, 24 de marzo de 2016

GOLPE DE ESTADO DE 1976




Ya pasaron 40 años. Menciono esa cifra y me dan escalofríos. Toda una vida.
Cuantas cosas pasaron, vivimos, sufrimos; también reímos y fuimos felices. Pero este aniversario nos trae momentos terribles para recordar.
En 1976 tenía apenas 18 años, pero ya llevaba un año de militancia en la Unión Cívica Radical. Año lleno de pasión, viendo convulsiones sociales y violencia extrema del catastrófico gobierno de Isabelita Martínez de Perón.
Que irresponsabilidad la del Gral. Perón al haber permitido que esta pobre ignorante manipulable sea su candidata a Vice Presidente. Poner los destinos del país, porque Perón ya sabía que le quedaba poco tiempo de vida, en manos de su esposa, fue una crueldad inmensa y una señal de egoísmo político pocas veces vista en al historia humana.
El gobierno de Isabelita fue el peor de la historia argentina, cargado de violencia de derechas e izquierdas y gran descontrol de la economía. Otro gobierno peronista le  sigue bien de cerca en el ranking de lo nefasto, el de los Kirchner, aunque este último marcado por la corrupción y la entrada del narcotráfico con toda la fuerza en el país.
Recuerdo la noche anterior al golpe, el 23 de marzo.
Este ya se encontraba en marcha y dado este acontecimiento fuimos convocados de emergencia a la sede del radicalismo de Avellaneda, Belgrano 732. Muchos dirigentes y militantes nos acercamos, pero no tantos como se supondría debía de haber, ya algunos sabiendo lo que ocurría, se comenzaban a “borrar”.
Juan Manuel Casella quien presidía ese comité central  nos informó de la inminencia del golpe; nos llamó a la serenidad y a esperar los acontecimientos.  Se percibía la tensión en ese pequeño salón, situado a la izquierda del salón principal y que ostentaba un gran cuadro de Leandro Alem, fundador del partido.
Juan Manuel Moure, Atilio y Rómulo Martínez, Victorio Daste, Osvaldo Baqueiro, Omar Bruzzo, Edison Otero, Ramón Pena, entre otros, estaban presentes. Gran parte de la dirigencia de Avellaneda.
Las caras eran de preocupación por el quiebre institucional, pero creo que nadie imaginaba el desastre que se aproximaba: desaparición masiva de personas, ruina económica y, sobre el final de este régimen, en 1982, hasta una guerra con una potencia mundial.
Terminada la corta reunión nos quedamos haciendo comentarios, cuando de pronto vimos como una camioneta estacionaba en la puerta del comité y en forma rápida eran subidos a ella los archivos del mismo, sobre todo las fichas de afiliación de los miembros, para así salvaguardar las identidades.
Eso me dio la dimensión de la situación, hasta me asustó.
Con mis jóvenes 18 años, era la primera vez que era protagonista consciente de tamaño acontecimiento.
Al año siguiente, 1977, debí cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, y ahí fue donde percibí la terrible dimensión de la maquinaria militar y dictatorial que se había puesto en funcionamiento.
Pero eso forma parte de otra historia…
Hoy mi recuerdo va hacia 1976 y quiero conmemorar a los muertos de antes y después de esa fecha. Muchos cayeron. Uniformados o irregulares. Muchos inocentes y casi todos fueron avasallados en sus derechos.
Hubo muchos traidores que miraron desde Europa como sus compañeros de lucha caían asesinados y otras familias donde veían morir a niños por el solo hecho de estar acompañando a sus padres militares.
Pasados los años el gobierno democrático de Raúl Alfonsín (1983) ordenó el juzgamiento de las tres Juntas Militares que causaron esta masacre, pero también mando a detener a José López Rega, titiritero de Isabelita y jefe de las bandas de extrema derecha que salían a cazar a presuntos “zurdos”. También se detuvo a Mario Firmenich, que gozaba de un cómodo exilio en Europa, mientras a los que había seducido para tomar las armas morían en medio de torturas y persecución. Ese bastardo luego fue amnistiado en la década del 90 por otro gobierno peronista y hoy vive cómodo, tomando daiquiris y riéndose de sus nuevos adoradores, La Cámpora, devenidos en sostén político de los Kirchner y reivindicadores de la “gloriosa” generación de los 70.
Esta agrupación política, La Cámpora, son solo militantes rentados que se dejaron comprar por la mentira del aparato K.
En 1983, con el juzgamiento a las Juntas Militares y otros jerarcas de la dictadura se logró escarmentar, mediante la Ley, a los culpables, evitando así otros de los males que nos aquejan a los argentinos: la reiteración de errores.
Ahora le toca el turno a los corruptos, pero no podemos dejar de recordar lo que pasó hace 40 años.
Las consecuencias de aquellos años las seguimos padeciendo ahora.



dp




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