viernes, 12 de agosto de 2011

LA RICHMOND


No estaré hoy para darle un abrazo simbólico de despedida a mi vieja Richmond.
Una de las peores tormentas con granizo que vi en mi vida, me deja en casa.
Día tormentoso para una triste despedida.

Con una globalización en todo su esplendor otro maldito negocio (de los negreros de Nike) quiere ocupar ese predio.
Pero todavía hay gente que quiere pelear contra los molinos de viento e intenta hacer algo para evitar el cierre de uno de los Bares Notables de Buenos Aires.
Borges lo frecuentó, muchos “Cajetillas” y bohemios, también; sus mesas de ajedrez le daban el toque “intelectual” o distinguido, pero con sabor a barrio, a “rrioba” con tinte porteño. Algo inconfundible.

Cuando apenas tenía 18 años comencé a frecuentar la Richmond para jugar al billar, con un amigo que falleció hace poco más de un año, a los 50. Triste final el de Juan Miguel. Después de décadas de sufrimiento el alcohol y las heridas sentimentales acabaron con él.
Mi primo Mario Taras nos acompañó varias veces. El tampoco ya está, un derrame cerebral se lo llevó a los 40 y pico.

Recuerdo la primera vez que entre al Salón de Billares de la Richmond: pedimos mesa, esperamos una eternidad. Cuando me la dieron sentí que iba a entrar a la “Catedral”.

Aprendí a jugar en el Club Sarmiento, de Sarandí, a 3 cuadras de mi casa. Un vecino, que después resultó ser el "armero" de los Montoneros, me enseñó lo básico, Cacholi.
En el 76 la Policía y el Ejército lo vinieron a buscar. Lo fusilaron en la puerta de su casa. Todavía están los impactos de bala en una vivienda vecina.
En el Sarmiento vi las demostraciones de uno de los Navarrita. Un genio. La metía hasta en el bolsillo del saco de un fulano que se paraba a dos metros del paño.
Claudio Diéguez me enseño mucho también. El era más chico que yo, pero jugaba “un montón”: falleció hace poco, le explotó el corazón.
Corchito era “el maestro” el más joven que todos nosotros, un pequeño Maradona de la mesa, después se volvió loco.

Pero un día me animé y entré a la Richmond, era el “Wembley” para mi.
Estaba nervioso, me tocó salir a mi y …¿que me pasó? La primera bola la tiro afuera.
Comenzó a rebotar a todo lo largo del salón, los golpes secos de la bola sonaron como cañonazos.
Se hizo un silencio de muerte, me miraban todos; me quería morir. ! Trágame tierra ! Fueron segundo trágicos e interminables.
Tuve que correr para alcanzar la bola, estaba colorado como un tomate. .....me dije a mi mismo: chau…fuiste. Te sacan a patadas.
Por suerte no lo hicieron!

Seguí frecuentando el lugar.
Arriba me tomaba mis Negronis o Colas de Mono, tragos largos antiguos, de otra época, pero sabrosísimos. Aun los sigo tomando cuando puedo, aunque ya casi no los preparen, fueron reemplazados por otros más “cool”.
Ahora, cada vez que paso por la Richmond me acuerdo de esos días y de mis amigos Juan Miguel, de Claudio, Corchito, mi primo Mario, Cacholi.
Cuanta tragedia vive una persona, cuento solo algunas. !Cuantos recuerdos !....
Se me pianta un lagrimón.

Estas líneas involucran a 5 personas. Tres de ellas ya no están, uno está "piantao".
Quedé solo. ¿La "parca" o la locura me andan rondando? ¿Una especie de maldición por la profación de alguna tumba del faraón será la Richmond para mi? Puede ser.
Desde ya advierto: les costará "uno y la mitad del otro" llevarme.

Pero los buenos momentos siempre ganan, en cantidad y calidad, y aun aquellos que terminaron mal, los tuvieron.

"Nadie muere mientres quede alguien para recordarlo", dijo alguien. La Richmond tampoco morirá porque ya está en la historia grande de mi Buenos Aires querido.
Si será importante este lugar que hasta me sacó los recuerdos afuera y me indica que debo homenajear a mis seres queridos.

dp

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente relato
Alberto S., Buenos Aires

Anónimo dijo...

Gracias Daniel por compartir esto conmigo, creo que si no tenemos historia no tenemos nada pero como el billete manda ... en fin me gusto tanto tu nota que robe un pedasito y la subi al mi muro de face, espero que no te moleste y nuevamente gracias.
Andrea P., de Buenos Aires

Anónimo dijo...

Dani, grandioso lo escrito, acabo de entrar a mi casa, llego de afuera,recién, y al prender la compu, leo esto que es maravilloso. Te sabía un campeón escribiendo, pero me mataste.
Sos un MASTER y en mayúscula con tu pluma. Te saludo querido amigo.
Roberto

Anónimo dijo...

Hola Daniel,me emocionó recibir tu correo.
Richmond siginifica algo muy especial para mi. Si algo hubiera podido hacer para que el último y pequeñísimo accionista no vendiera sus acciones creeme que lo hubiera hecho.
Monica Bonade, de Buenos Aires

Anónimo dijo...

Muy bueno Dani!!!
Claudio Bartel, de Buenos Aires

Anónimo dijo...

Cuantos recuerdos tenemos de esa confitería.....Nadie muere mientras quede alguien para recordarlo"........
Joaquín Máximo Muzlera

Anónimo dijo...

Hermoso lugar, qué lástima que ya no está, me quedan lindos recuerdos.
Mariana Celina Lopez