lunes, 24 de diciembre de 2007

EL MINISTRO ARGENTINO DE HITLER

Tres hombres marcaron el pensamiento nazi que hizo estragos en el mundo: Alfred Rosemberg, Walter Darré y el propio Adolf Hitler.


De izquierda a derecha: Josef Goebbels, Adolf Hitler, Ernst Röhm, Hermann Göring, Walther Darré y Heinrich Himmler, 30 enero 1933, del libro '¿Quién era Goebbels?', Wilfred von Oven, Editorial Revisión, Buenos Aires, 1988.

La creación de la “raza superior”, con la cual el Tercer Reich deseaba poblar el mundo, fue una tarea confiada por Adolf Hitler a Walther Darré, un argentino nacido en una apacible calle del barrio de Belgrano que pasó la primer parte de su vida en Buenos Aires. Fiel al suelo en que nació, Darré estudió agronomía. Peleó como oficial alemán en la Primera Guerra. Tras adherir al nazismo, encandiló a Hitler con sus aberrantes teorías raciales para el “imperio alemán de los alemanes”, fue ministro de Agricultura de casi todo el Tercer Reich, logró el fervoroso apoyo del campesinado germano y fue sentenciado por los aliados en Nuremberg, todo sin perder su particular acento castellano.

Sus dos obras más importantes, el Campesino como fuente de vida de la raza nórdica (1928) y Nueva nobleza de sangre y de suelo (1930), fundaron una doctrina agraria basada en los lazos de "la sangre y el suelo" (Blut und Boden). Walter Darré quiso demostrar que la raza nórdica, debido a que era campesina, era heroica, colonizadora y guerrera. Todo ello le parecía ligado al hecho de que los nórdicos no fueron nunca nómadas; cuando se desplazaron lo hicieron para colonizar. El campesino nórdico "es la primera forma de oficial prusiano".

Sangre y suelo

A los catorce años Darré se trasladó a Alemania, y luego de la Primera Guerra Mundial se recibió de ingeniero agrónomo y administró algunos campos en Alemania hasta 1922, cuando ingresó a la Universidad de Halle y se recibió de biólogo. La tarea de crear una “raza pura” de alemanes fue confiada por Hitler a Darré en reconocimiento a las teorías que venía pergeñando el germano-argentino sobre la “desigualdad hereditaria entre los hombres”.

En la primavera de 1930 el ingeniero agrónomo se recluyó en la casa de la familia Schultze-Naumburg en Saaleck para escribir su libro Sangre y suelo, un texto iniciático en el que Darré afirma que los alemanes no son en realidad una raza. “Sería el vocablo especie el que nos convendría”, afirma.

Las máximas de Sangre y suelo son citadas incansablemente, todavía hoy, en las páginas neonazis o “skinhead” de la Internet. Entre los historiadores “revisionistas” -niegan los campos de concentración o reducen el Holocausto a una desviación del jefe de las SS Heinrich Himmler- Darré es considerado un ecologista precoz, un defensor de los campesinos que alertaba contra los efectos dañinos de la aglomeración en las ciudades y añoraba el retorno a la tierra.

Este libro llegó a manos de Himmler, el cual se hizo amigo de Darré y al poco tiempo lo incluyó en las SS, para que siguiera con sus estudios y sus investigaciones.

La realidad es que en sus libros Darré decía que las leyes de la naturaleza “no aceptan ningún degenerado, ningún subhombre”, y propiciaba “restringir” al menos “la proliferación de seres inferiores” a través de la esterilización masiva de mujeres. Apenas Hitler llegó al poder, en 1933, Darré redactó y pasó una ley que prohibía a los judíos ser dueños de tierra en Alemania, un primer paso hacía el Holocausto.

Son las ideas expuestas en Sangre y suelo las que Darré puso en práctica desde 1933 cuando es nombrado jefe de la Oficina Central para la Raza y el Reasentamiento, mejor conocida bajo su sigla RuSHA (Rasse und SiedlungsHauptAmt)

El lugar de nacimiento, siempre que la sangre fuera germana, era un dato mínimo para la Alemania hitleriana. Un asistente de Josef Goebbels, ministro de Propaganda del Tercer Reich, recuerda que el gabinete de Hitler estaba perfectamente enterado de la procedencia de Darré. “Era argentino y esto se conocía”, dice Wilfred von Oven, quien murió octogenario en la localidad de Bella Vista, en la Provincia de Buenos Aires, luego de haber acompañado a Goebbels hasta poco antes que éste se suicidara en el búnker de Berlín junto con Hitler, en abril de 1945. “En el gobierno había bastantes personalidades que nacieron en el exterior”, agrega von Oven. “Rudolf Hess nació en Egipto. Yo nací en Bolivia. Pero eso no tenía ninguna importancia en el Reich.”


Ministro de Agricultura

El primer puesto de Darré dentro del Reich fue el de ministro de Agricultura, cargo al que accedió a mediados de 1933 luego de haber acompañado a Hitler durante los años de lucha por el poder.

El 29 de setiembre de 1933 Darré inició una revolución agrícola con una ley que le valió una gran popularidad a Hitler entre los agricultores

La ley creaba la figura del Bauer (campesino) cuyo Erbhof (bien hereditario) era indivisible, inajenable, heredable solamente por el hijo primogénito, inembargable, no hipotecable y estaba exento de impuestos. Como ministro de Agricultura, Darré se convirtió en el Reichsbauernführer (Führer de los Campesinos del Reich).

En 1942 Darré fue destituido de su puesto, ingresando en su lugar un allegado a Goering. En abril de 1945, al finalizar la guerra, fue apresado por las tropas estadounidenses.

Luego del Juicio de Nüremberg se sucedieron otros juicios contra industriales y comerciantes, y años mas tarde contra civiles. En el juicio Wilhelmstrasse Darré enfrentó varios cargos. El 11 de abril de 1949, cuando el juicio llegó a su fin, se lo absolvió de conspirar para emprender una guerra agresiva y de los cargos de crímenes contra la humanidad. Se lo declaró culpable, sin embargo, de ser miembro de las SS y de robar alimentos de áreas ocupadas para entregarlos al consumo alemán. Fue sentenciado a siete años de cárcel, pero se lo excarceló en 1950, pocos años antes de su muerte.

Murió de cáncer en 1953 en la ciudad de Munich.

Walther Darré fue uno de los jerarcas nazis que después de la guerra negaron haber sido antisemitas. Es verdad que en los años de la "desnazificación" muchos alemanes que habían tenido compromisos políticos con el Reich construyeron historias que los colocaban afuera del horror, como meros servidores del régimen encerrados en un compartimiento. Pero a Darré no debió ayudarlo mucho su documentado paso por la RUSHA, la Oficina Central de la Raza y el Reasentamiento, ni sus textos ni su pertenencia al círculo de Hitler hasta 1943: en Nüremberg -y después- sus excusas deben haber sonado a sarcasmo.

Fuente: Abel Cortese
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dp

sábado, 15 de diciembre de 2007

DE AVELLANEDA AL ESPACIO



En la Argentina, localidad de Sarandí, Partido de Avellaneda, Provincia de Buenos Aires, un lejano 2 de agosto de 1963, un pequeño núcleo de jóvenes técnicos y estudiantes fundan el Instituto Civil de Tecnología Espacial. Tienen como primera sede un galpón de apenas 40 m2 construidos en los fondos de una vieja casa.
La naciente organización creada por doce adolescentes se convertiría en los años siguientes en el grupo más avanzado y desarrollado de América Latina, con 32 miembros activos y 120 alumnos en dos cursos. En casi una década de actividades diseñarían y experimentarían diversos tipos de vehículos autopropulsados, propergoles sólidos, sistemas de lanzamiento, seguimiento y recuperación.
El ICTE fijó como uno de sus objetivos despertar una conciencia aeroespacial en la comunidad y sólidas vocaciones en la juventud. Su lema siguiendo el pensamiento de los pioneros de la astronáutica era "La tierra es la cuna de la humanidad, pero no es posible pasar la vida en la cuna". El Intituto tenía cuatro Departamentos: Ciencias, Tecnología, Desarrollo Industrial y Educación.
Estos departamentos se integraban por diversas Divisiones como la de Investigaciones Químicas, Propulsión de Cohetes, Experimentaciones Electrónicas y Construcciones Técnicas. "Programa Felino" fue el nombre de un plan de realizaciones en el terreno de la propulsión a cohete. En los primeros cinco años de ininterrumpida labor el ICTE realizó 137 lanzamientos.
El 1 de febrero de 1970 como producto de una segunda etapa de trabajo sus jóvenes técnicos ensayaron el vuelo 150, un vehículo de 3,10 m de longitud y un peso de 110 kg , que transportó diversos instrumentos y un pequeño mono hembra de 1300 gr , con un peso total de 10 kg de carga útil.

Han pasado 40 años del inicio de una gran aventura juvenil. Del sueño de ciencia y tecnología de argentinos para los argentinos y la humanidad. Fue la manifestación de un ideal patriótico: No fue posible continuarlo, vendrían luego en el país "los tiempos de las destrucciones". Hoy algunos ya no están en la existencia, otros son hombres maduros que quieren legar a las nuevas generaciones el entusiasmo por las disciplinas aeroespaciales.
Por eso el ICTE renace. Algunos de esos adolescentes pioneros del ayer hoy se han vuelto a encontrar en su madurez y han decidido contribuir nuevamente al futuro. A partir de ahora el Instituto convoca a todos los interesados a sumarse a este nuevo proyecto. Anticipamos que está en diseño un vehículo portador de una etapa, de propulsante sólido, con materiales de construcción de producción nacional y destinado a servir como elemento de aprendizaje y capacitación para los nuevos grupos experimentales juveniles y en especial para escuelas técnicas y grupos universitarios. El proyecto ya tiene nombre: "Vector educativo 2003". El mismo se integra con estabilización aerodinámica, motor impulsor, sistema de tiempo, separación de la cápsula de carga útil y recuperación por paracaídas. El instrumental básico incluye una baliza lumínica y una radial para facilitar la recuperación, un acelerómetro y un altímetro. Se estima lograr un costo mínimo y la máxima seguridad operativa. La carga útil y experimentos a realizar estarán a cargo del grupo que lo utilice.

Fuentes: www.icte.com.ar
icte@icte.com.ar

Nota:
A partir de 1976, una vez instalado el último gobierno dictatorial militar, este comenzó a desarrollar presiones sobre el ICTE a fin de la suspensión de los trabajos que venía haciendo, temerosos que los mismos caigan en manos de grupos sediciosos o potencias extranjeras enemigas.
Una vez más, la arbitrariadad de los poderosos pudo más que la investigación y el trabajo genuino de los argentinos.
Recién bien entrado el Siglo XXI el ICTE pudo retomar sus actividades.

dp

LA QUIMERA ATOMICA DE PERON


Por Guillermo Giménez de Castro
(del Centro de Rádio Astronomia e Astrofísica Mackenzie. Universidade Presbiteriana Mackenzie, São Paulo, Brasil. Artículo publicado en revista EXACTAmente, 2004)

El lago Nahuel Huapí fue el mudo testigo de una de las historias más caricaturescas de la ciencia y política argentinas. De sus aguas esmeraldas surge la isla Huemul donde, en el mayor sigilo, un austríaco y un centenar de obreros y militares trabajaron por años para presentar al público la revelación científica más fantástica del gobierno de Juan Perón: Argentina había logrado el dominio de la energía atómica. En las próximas líneas me propongo contar la historia del mayor fraude científico producido en nuestras tierras y como éste fue origen involuntario de uno de los programas de investigación y desarrollo más importantes del país.
La mañana otoñal del sábado 24 de marzo de 1951, el presidente Juan Perón junto a Evita y un grupo de colaboradores de segundo rango, entre los que se destacaba un alemán desconocido, anunció solemnemente que la Argentina había conseguido realizar exitosamente reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica. Los rumores que ya circulaban por la prensa no le quitaron espectacularidad al anuncio. Desde un punto de vista geopolítico no podía llegar en mejor momento. Argentina entraba al selecto Club Nuclear, constituido apenas por la URSS, los EEUU y Gran Bretaña, reafirmando su independencia.

La Energía Nuclear

La combustión nuclear es la forma conocida más eficiente de generar energía. Su base teórica es la centenaria relación einsteniana: E=mc2. Existen dos tipos de reacciones que ocurren espontáneamente en el núcleo de un átomo: su división en partes menores o fisión y su unión con otros núcleos o fusión.
La diferencia entre ambas formas es más que retórica. La fisión ocurre espontáneamente a temperatura y presión ambientes cuando un núcleo es bombardeado con neutrones. Algunos núcleos atómicos tienen mayor probabilidad de fisionar que otros, por ejemplo el uranio 235 (235U). La propia fisión libera partículas que ayudan a crear nuevas fisiones. .Surge entonces el concepto de la reacción en cadena que puede mantener el proceso sostenidamente.
La fusión también es espontánea, ¡pero a temperaturas de decenas de millones de grados! Debido a este hecho es que la reacción es también llamada termonuclear. La formidable energía de las estrellas es producida en los hornos infernales alojados en su núcleo más central. La enorme ventaja de la fusión es que su materia prima es el hidrógeno, el elemento más abundante del Universo. Además, su alta tasa de conversión de materia a energía la convertiría en una fuente casi inagotable de recursos.
La utilización de la energía atómica con fines pacíficos comenzó en la década del 50. La URSS fue el primer país a tener un reactor nuclear de fisión de generación eléctrica comercial. Por el contrario la energía eléctrica a través de la fusión aún no ha salido de los laboratorios de investigación. Programas de miles de millones de dólares en los últimos 40 años no han logrado concluir nunca en un proyecto comercialmente viable. Y aún más, ni siquiera preveen cuando lo harán.


Un alemán desconocido

Ronald Richter nació en 1909 en la ciudad de Falkenau, en aquella época perteneciente a Austria y hoy en día parte de la República Checa. Estudió física en la ciudad de Praga donde se graduó en 1935. Posteriormente vagabundeó por Europa, trabajando en Alemania, Inglaterra y Francia. Estando en Londres, después de la Segunda Guerra Mundial, conoció al diseñador de aviones de caza de la Foke-Wulf, Kurt Tank. Este tuvo una actuación importante en la creación de la Fuerza Aérea Argentina y construyó el primer jet caza nacional: el IAe - Pulki. El contacto de Tank con Richter fue determinante, y así el ingeniero de aviación lo recomendó efusivamente ante Perón. Richter tenía planes de construcción de reactores nucleares de fusión. Quien poseyese esta tecnología estaría adelantado por décadas a los demás países. Perón gustó de la idea, hizo traer a Richter y después de una charla con él, sin mayores asesores que otros militares, decidió que el proyecto era viable y contaría con todo su respaldo, más un presupuesto generoso de la Nación.
Así nacía en 1948 el proyecto de construcción de un reactor a fusión en nuestro país. Su primera ubicación fue en Villa del Lago en las sierras cordobesas. Pero un incendio, que Richter atribuyó a un sabotaje, llevó a buscar un lugar más escondido. Sobrevolando el país, llegaron hasta el idílico lago entre Río Negro y Neuquén. Richter quedó alucinado con su belleza. Y allí, en el esplendor de pinos y arrayanes, buscó el lugar más escondido: una isla. Para aquel proyecto todo era aceptado, Richter era un niño mimado del presidente de la Nación que llegó a redactar una resolución (de dudosa legalidad) declarándolo mi único representante en la isla Huemul, donde ejercerá por delegación mi misma autoridad.
Richter tenía todas las características que esperamos de un genio. Sumido en largos silencios se sometía posteriormente a tempestades de actividad. Era de origen alemán lo que le daba un aura aún más científica, en Alemania había nacido A. Einstein, el paradigma de todos los científicos del siglo XX. Hablaba con convicción y hasta con claridad para el lego. A quien escuchaba su historia le explicaba pacientemente que crearía un Sol en miniatura. Utilizaba también argumentos económicos: la construcción de un reactor nuclear basado en 235U costaría varios miles de millones de dólares. Según él, su reactor a fusión sería muy barato. Y así en marzo de 1952 se hizo el pomposo anuncio que cubrió los titulares de los diarios locales. Mientras el oficialista Democracia anunciaba a cinco columnas: Sensacional Anuncio de Perón: la Argentina ha logrado el dominio de la Energía Atómica, el conservador La Nación estoicamente decía: El presidente de la Nación expuso los trabajos sobre la energía atómica.

Una fusión demasiado lejana

¿Cuál era el sustento teórico de Ronald Richter? Él creía que podría lograr la fusión a temperaturas muy inferiores a los 40 millones de grados. Pero nunca explicó el por qué de sus ideas ya que jamás publicó un trabajo científico. La realidad es que la temperatura de fusión es de 150 millones de grados, pero si conseguimos calentar un gas a 40 millones, nos aseguramos que un 1% de las partículas estarán a temperatura de fusión y así el proceso podrá autosustentarse[2].
Si bien nunca lo escribió, la técnica de calentamiento que usaba Richter (descargas eléctricas y un bombeo sónico) no conseguiría calentar un gas a más que 100.000 grados. La proporción de núcleos con energía suficiente para fusionar sería tan pequeña que jamás acontecería. Ese número, aproximadamente, sería del orden de 1/101000 . Digamos brevemente que no deben existir suficientes átomos en el Universo para que, si este estuviera a una temperatura uniforme de 100.000 grados, uno de ellos tuviera energía suficiente para quebrar la barrera repulsiva y fusionar contra otro.
Sin embargo el extravagante sabio austríaco que dilapidaba fortunas en equipos de última generación, concluyó de alguna forma que había logrado la fusión. Su evidencia eran unos contadores de partículas radiactivas Geiger que comenzaban a chillar en cuanto las descargas eléctricas eran producidas en el gas. Su segunda evidencia fue un espectro del gas ionizado. Ambas, veremos, eran falsas.

El fin de la Mentira

Aquel 24 de marzo de 1951 Perón, sin saberlo, estaba anunciando al mundo una falacia nunca confirmada, gestada en el mayor sigilo y con gran dispendio por un charlatán. La comunidad científica argentina, mientras tanto, permanecía completamente afuera de todos estos hechos. Argentina no era novata en la ciencias, baste decir que en 1947 Bernardo Houssay había recibido el Premio Nobel de Mdicina. La tradición de investigación en física tenía décadas también. Pero la Academia era mayoritariamente contrera. Por eso Perón tomó las decisiones en total aislamiento. Mientras tanto el gobierno había creado la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y en ella estaban siendo contratados científicos argentinos jóvenes, impulsivos y, principalmente, de sólida formación académica.
Los dislates de Richter comenzaron a exasperar al gobierno. Además de manías persecutorias, ordenaba destruir costosísimas construcciones por encontrar mínimos defectos. Ahora comenzaba a insinuar que el local no era adecuado y quería mudarlo al desierto. El propio Perón, que había puesto su mayor entusiasmo, tuvo que aceptar la situación y poco más de un año después del grandioso anuncio, formó una comisión asesora de 5 científicos y 20 legisladores que el 5 de septiembre de 1952 realizó la inspección a la isla. Entre otras cosas la comisión constató que los detectores Geiger estaban mal instalados y respondían a las ondas de radio generadas por los chispazos utilizados para calentar al gas. Los miembros llevaron sus propios instrumentos y estos no detectaron radiactividad alguna. Otro aspecto importante es que el mecanismo de contralor de la reacción ideado por Richter, la resonancia magnética del núcleo de Li7, no podría ocurrir a la presión ambiente en que las reacciones eran producidas según demostró en su informe[2] el Dr. Balseiro. La comisión constató por otra parte que el equipo para generar un campo magnético variable , imprescindible para lograr la resonancia , estaba desconectado.
Por otra parte, Richter, en un experimento realizado en febrero de 1951, erróneamente había interpretado que un corrimiento de las líneas espectrales era debido a un aumento de temperatura. La teoría física enseña que si la temperatura aumenta, las líneas deben ensancharse, no correrse. Un error tan trivial descalificaría hasta a un alumno de física. Aún peor, muy probablemente el corrimiento fue originado por la traba de la base que desplazaba al film fotográfico que debía registrar el espectro.
El informe lapidario de esta comisión fue respondido por Richter. Pero la comisión continuó hallando que no había elementos nuevos. Richter tuvo una chance más: una segunda comisión fue constituida, formada por otros dos científicos destacados, leyó todos los dictámenes y posteriormente se entrevistó con el genio. Su informe dio el veredicto final: Richter era un papanatas. El estado había invertido millones y había dado un apoyo político único a una quimera. A fines de noviembre de 1952, Richter era dimitido. El proyecto Huemul había concluido.



Por suerte no todo fue tirado a la basura. Los carísimos equipos de última tecnología sirvieron para equipar al Instituto de Física de Bariloche creado por el Dr. José Balseiro, y que hoy recibe su nombre. La propia existencia de la CNEA, uno de los centros de excelencia en investigación y desarrollo, se debe a este singular episodio. El programa norteamericano de fusión nuclear pacífica fue alentado también por el espectacular anuncio argentino de 1951[1].
Richter, después de tentar suerte en otros países, retornó a la Argentina. Falleció el 25 de septiembre de 1991. La singularidad del personaje motivó la creación de una ópera, Richter, de Esteban Buch y Mario Lorenzo estrenada en 2003.
Los reactores de fusión nuclear controlada son aún una promesa.

Bibliografía

[1] Mariscotti, M., 1985, El secreto Atómico de Huemul, Ed. Sudamericana-Planeta, Buenos Aires.
[2] Balseiro, J.A., 1952, Informe del Dr. José Antonio Balseiro referente a la inspección realizada en la isla Huemul en Setiembre de 1952.

dp

miércoles, 12 de diciembre de 2007

¿QUE ES LA NANOTECNOLOGIA?



La palabra "nanotecnología" es usada extensivamente para definir las ciencias y técnicas que se aplican al un nivel de nanoescala, esto es, unas medidas extremadamente pequeñas denominadas "nanos" que permiten trabajar y manipular las estructuras moleculares y sus átomos. En síntesis nos llevaría a la posibilidad de fabricar materiales y máquinas a partir del reordenamiento de átomos y moléculas. El desarrollo de esta disciplina se produce a partir de las propuestas de Richard Feynman.

La mejor definición de Nanotecnología que hemos encontrado es esta: La nanotecnologia es el estudio, diseño, creación, síntesis, manipulación y aplicación de materiales, aparatos y sistemas funcionales a través del control de la materia a nano escala, y la explotación de fenómenos y propiedades de esa nueva materia.

Cuando se manipula la materia a la escala tan minúscula de átomos y moléculas, demuestra fenómenos y propiedades totalmente nuevas. Por lo tanto, científicos utilizan la nanotecnología para crear materiales, aparatos y sistemas novedosos y poco costosos con propiedades únicas

Nos interesa, más que su concepto, lo que representa potencialmente dentro del conjunto de investigaciones y aplicaciones actuales cuyo propósito es crear nuevas estructuras y productos que tendrían un gran impacto en la industria, medicina, etc.

Esta nuevas estructuras con precisión atómica, tales como nanotubos de carbón, o pequeños instrumentos para el interior del cuerpo humano pueden introducirnos en una nueva era, tal como señala Charles Vest (ex-presidente del MIT). Los avances nanotecnológicos protagonizarían de esta forma la sociedad del conocimiento con multitud de desarrollos con una gran repercusión en su instrumentación empresarial y social.

La nanociencia está unida en gran medida desde la década de los 80 con Drexler y sus aportaciones a la "nanotecnología molecular", esto es, la construcción de nanomáquinas hechas de átomos y que son capaces de construir ellas mismas otros componentes moleculares. Desde entonces Eric Drexler, se le considera uno de los mayores visionarios sobre este tema. Ya en 1986, en su libro "Engines of creation" introdujo las promesas y peligros de la manipulación molecular. Actualmente preside el Foresight Institute.

El padre de la "nanociencia", es considerado Richard Feynman, premio Nóbel de Física, quién en 1959 propuso fabricar productos en base a un reordenamiento de átomos y moléculas. En 1959, el gran físico escribió un artículo que analizaba cómo los ordenadores trabajando con átomos individuales podrían consumir poquísima energía y conseguir velocidades asombrosas.

Existe un gran consenso en que la nanotecnología nos llevará a una segunda revolución industrial en el siglo XXI tal como anunció hace unos años Charles Vest.

Supondrá numerosos avances para muchas industrias y nuevos materiales con propiedades extraordinarias (desarrollar materiales más fuertes que el acero pero con solamente diez por ciento de su peso), nuevas aplicaciones informáticas con componentes increíblemente más rápidos o sensores moleculares capaces de detectar y destruir células cancerígenas en las partes más dedicadas del cuerpo humano como el cerebro, entre otras muchas aplicaciones.

Podemos decir que muchos progresos de la nanociencia estarán entre los grandes avances tecnológicos que cambiarán el mundo.

Fuente: http://www.euroresidentes.com/futuro/nanotecnologia

dp

CHORNÓBYL: el último genocidio del sistema comunista


Artículo escrito en el 2006. Se reenvía con motivo de recordarse en Ucrania la memoria de los “liquidadores”, todos los fallecidos a causa de las labores de extinción y salvataje.

El pasado mes de febrero fue presentado en Kyiv el libro de Mykola Karpan “Chornóbyl. La venganza del átomo pacífico”, producto de años de investigación del autor. La responsabilidad del personal de la planta atómica en el cuarto bloque, el 26 de abril de 1986 es uno de los “mitos” según afirma Mykola Karpan en la ocasión. Con Chornóbyl se asocian también mitos sobre la seguridad en reactores del tipo similares, sobre la verdad del juicio que se siguió a los directores de la planta y sobre las causas de la explosión del reactor. A la desmitificación de cada uno de esos mitos están dedicados los distintos capítulos de la obra.

M. Karpan es ingeniero en física, trabajó en Siberia en complejos nucleares defensivos; en Chornóbyl (hasta la explosión, en la sección de seguridad nuclear, luego como segundo del ingeniero principal de tecnología y seguridad); fue luego segundo del director del centro tecnológico-científico nuclear de la URSS; experto en la comisión parlamentaria creada a raíz de la catástrofe de Chornóbyl. En las primeras horas luego de la explosión del reactor, fue iniciador y ejecutor directo del análisis del estado del bloque energético destruido, imprescindible para la adopción de decisiones para la liquidación de los efectos de la explosión y la proyección de la evolución futura de la situación. Luego de la explosión del cuarto reactor y vinculado a su participación en la verificación de los otros tres reactores, junto a otros colegas siguió viviendo en la ciudad de Prypiat hasta el 4 de mayo, ubicada a dos kilómetros de la planta (el personal operativo de la misma fue evacuado el 29 de abril dos días después de evacuada la población).

De acuerdo a la investigación publicada recientemente y difundida por la agencia noticiosa UNIAN, las verdaderas causas y los verdaderos culpables de la catástrofe de Chornóbyl eran conocidos ya en julio de 1986.

En el libro se publica el protocolo de la reunión del buró político del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética del 3 de julio de ese año, caratulado “secreto total”, donde consta que los partícipes de la misma, presidida por el entonces secretario general del CC del PCUS, Mykhail Gorbachov y en base al resultado de declaraciones de científicos y funcionarios, concluyeron que la causa principal de la catástrofe se debió a fallas del reactor, en particular su propensión a la “aceleración”, que según puntualizó el entonces presidente de la Academia de Ciencias de la URSS, O. Aleksandrov, “es un error del responsable científico y constructor del reactor”. Los participantes de la reunión puntualizaron que los operadores no fueron informados de todas las consecuencias que podrían derivarse ante la manifestación de la característica ya apuntada.

Asimismo, se acordó que el reactor no respondía a los actuales parámetros de seguridad, sus sistemas de protección resultaron “ineficientes” y que “la seguridad del reactor debe asegurarla la física y no las medidas operativas”.

Constan las palabras de M. Gorbachov: “fue puesto en marcha un reactor sin terminar”, y a la vez, “tuvo lugar un infundado abandono del análisis teórico en lo que atañe a la seguridad del reactor”. El por entonces primer ministro de la URSS Mykola Ryzhkov expresó en la reunión, que “la avería fue una consecuencia inevitable de la suma de fallas de la política nacional en el manejo de la energía atómica”.

A pesar de estas conclusiones, el 20 de julio de 1986 fue difundido un comunicado del Politburó del CC PCUS, en el que toda la responsabilidad de lo acontecido fue puesta en el personal de la planta, a quienes acusaron de infringir normas operativas de funcionamiento del reactor.

El personal de la planta continúa bajo la presión de la injusticia. En 1986 los operadores tenían a su cargo un reactor sin los elementos técnicos de control necesarios, por cuanto los proyectistas no les proveyeron ni siquiera de los controles de reserva radioactiva, parámetro que es un elemento fundamental para la seguridad.

Hasta hoy se mantienen y difunden otros mitos conexos, vinculados al aprovechamiento de la energía atómica, que se explicitan en otros capítulos del libro, particularmente sobre la supuesta normalidad en la planta de Chornóbyl y en toda la energética atómica en general.

El 26 de abril se cumplieron 20 años de la catástrofe de la central atómica de Chornóbyl. Desde un principio, a la par de elementales acciones de seguridad y extinción de los incendios, las autoridades tendieron un telón de seguridad y silencio, muy de acuerdo a los cánones soviéticos. De no ser que los vientos llevaron la nube radioactiva, a países de Occidente pasando por Belarus, recién entonces se activó la alarma internacional.

La jerarquía partidaria, habiendo puesto a buen recaudo sus familias, no hesitó en silenciar la gravedad del hecho a la población y con el grave peligro de la lluvia radioactiva, en particular sobre la población infantil, desarrolló con toda pompa el tradicional desfile del 1° de mayo en las principales ciudades y en la misma Kyiv, a 100 kilómetros del epicentro de la explosión.

A partir de allí todas las acciones terminaron siendo bastante conocidas en razón de la tremenda trascendencia del hecho, pero de cualquier manera, la verdad fue manipulada o ajustada a la conveniencia del régimen.

Así como lo manifiesta Karpan en su libro, también en occidente, los centros dirigentes de la diáspora Ucrania, a través de distintos trascendidos, ya disponían de una visión muy cercana a la certeza que se ocultó durante años en la cúpula del CC del PC de la Unión Soviética. Con el fin de encontrar culpables se instruyó un juicio a varios directivos de la planta de Chornóbyl, el principal responsable de la construcción Victor Briukhanov fue sentenciado a diez años de cárcel. En noviembre de 1989 el “Washington Times” logró entrevistarlo en su lugar de detención y la síntesis de su exposición concluyó en que la burocracia soviética era la única responsable de la tragedia. Como apoyo a esa afirmación indicó que distintos elementos considerados muy importantes para los sistemas de seguridad no fueron provistos y se le dio a entender en su momento, que si reiteraba los reclamos, peligraba su estabilidad laboral: “Una persona no puede hacer variar el sistema laboral instaurado en la URSS y no se puede culpar a quienes pasamos a ser esclavos del sistema”.

Condenados los “culpables”, el sistema se ocupó a su vez en todos los ámbitos de relativizar la gravedad de los efectos de la radiación. Por caso, el mencionado Aleksandrov con la autoridad que le confería su alto cargo calificaba de “sicosis” y “radiofobia” las informaciones sobre los efectos que iban surgiendo en todos los seres vivos afectados o al menos las trataba de “somatizaciones”.

La diversidad de versiones “fidedignas” se fueron fundiendo entre si y se concluye en que la causa central, la responsabilidad primigenia, deriva en una entelequia donde se presentan como válidos los argumentos prefabricadas por el régimen. Lo dramático del tema es que a su vez, aún desde sectores y organismos oficiales ucranios sean avaladas versiones imbuidas de la terminología y espíritu creados por el sistema que condujo a la mayor tragedia nuclear de la humanidad.

La verdad afecta a muchos intereses encubiertos, internos y externos, pero no difíciles de identificar: mayormente son los mismos que también relativizan lo que significó el genocidio del Holodomor (el hambre artificial) en los años 1932-33, con la tremenda cifra de entre siete a diez millones de víctimas inocentes.

Trabajos documentados, como el realizado por el ing. Karpan presentan el tema en su justo término: está ante todo, la atención a los miles de víctimas que siguen padeciendo las tremendas consecuencias; dar solución definitiva en lo que hace a la seguridad del reactor averiado; y a su vez, ponen en verdadera dimensión la responsabilidad criminal de quienes condujeron al desastre.

Irónicamente, la cúpula dirigente del partido Comunista de la URSS, únicos responsables de la tragedia y del sistema que prohijó la misma, siguen con vida y gozando de respeto y predicamento en el mundo democrático.

Autor: Alejandro Cham

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jueves, 6 de diciembre de 2007

JULIO POPPER


Historias de crueldades humanas

Julio Popper nació en 1857 en Bucarest, Rumania, hijo de Naftalí Popper - rector de un colegio judío- y Peppi (Perla), también judía. Su familia procedía de Polonia. A los 17 años dejó la casa paterna para estudiar en París, en la Universidad Politécnica, en la Escuela Nacional de Puentes y Rutas, donde se graduó como Ingeniero en Minas. Manejó varios idiomas: rumano, griego, yidish, francés, alemán, latín y un perfecto castellano.
Una parte de su historia la cuenta la película chilena Tierra del Fuego protagonizada por el actor cubano Jorge Perugorría, en la que se le presenta como ortodoxo rumano y no como judío con el nombre de Julius Popper, enviado de la Reina de Rumania.
Popper no era un aventurero, en el sentido llano de la palabra: era un hombre de amplia cultura, que seducía con sus conocimientos; que creía en los grandes proyectos, aunque se hartara rápidamente de ellos; sabía manejar el poder.

Emigración hacia América del Sur

En 1885 llegó a la Argentina, producto de una fiebre de oro que se produjo en la provincia de Tierra del Fuego. Durante su viaje se encargó de poner nombres (topónimos) a los lugares, ríos, y accidentes geográficos que iba encontrando, y registrándolos en sus mapas (un ejemplo que aún hoy tiene vigencia es el de Mar Argentino).
Con apenas 28 años se trasladó al sur, y después de constatar la existencia de oro en la zona, obtuvo la concesión para su explotación de un paraje, llamado El Páramo. Con los primeros éxitos, formo una población, construyo caminos y hasta creo un ejército particular.
Popper tenía la visión de crear un pueblo, cerca de donde hoy se encuentra la ciudad de Río Grande. Este poblado iba a constituir el puerto de entrada hacia la Antártida en 1890, con todos los servicios que debía tener un puerto. De este proyecto Popper escribió y editó seis ejemplares, numerados y firmados por él, de los cuales el Museo del Fin del Mundo de Tierra del fuego posee el número dos.
La primera excursión de reconocimiento realizada por Popper, tuvo lugar entre marzo y mayo de 1886. Recorrió el trayecto que va desde Cabo Vírgenes hasta Punta Arenas. En octubre de 1886, pisó por primera vez Tierra del Fuego.
Lo que Popper vio en estos viajes estaba muy lejos de ser “El Dorado” o “La Ciudad de los Césares” del mito. Sólo en las playas de Punta Arenas encontró, en muy escasa cantidad, algo de arenas auríferas.
Sin embargo, de regreso en Buenos Aires, en 1887, dio una conferencia que entusiasmó tanto a los presentes que de ella salió como resultado la fundación de la Compañía Anónima Lavaderos de Oro del Sur y, en la primavera de 1887, Julio Popper regresa a Tierra del Fuego con los papeles que lo habilitaban para explotar los yacimientos de arenas auríferas que pudiera encontrar.

Genocidio Ona

Julio Popper llevó a cabo la más brutal cacería de onas de la historia. Se entretenía en cazar Onas, pueblo originario, con escopetas y fusiles, fotografiándose con las "piezas cobradas". Capataces y peones ingleses, escoceses, irlandeses e italianos, fueron los `cazadores de indios´ que como Mac Lennan o `chancho colorado´, pusieron el precio de una libra por testículos y senos, y media libra por cada oreja de niño. Después Menéndez Behety, estanciero patagónico, utilizó el mismo sistema de exterminio con los tehuelches.
Otro testimonio referido a los aborígenes que ahogaron entre la marea y los fusiles en Cabo Peña dice: "Esos los hizo matar Chancho Colorado, Mc Lennan el verdadero nombre, administrador de los Menéndez". Otros de "los matadores los voy a nombrar: uno era José Díaz, algo de portugués por ahí. Otro se llamaba Kovasich, yugoeslavo. Alberto Niword, era otro, son tres, Sam Ishlop y Stewart, algo de malvinero por ahí. Que yo sé, que más o menos que los conozco por mi mamá que los nombró a todos... y hay varios más que yo no me acuerdo" (Federico Echelaite o Echeline, de madre Ona y padre noruego, falleció en 1980 a la edad de 75 años; transcrito de la película "Los Onas, vida y muerte en Tierra del Fuego", A. Montes, A. Chapman y J. Prelorán).
De los 4.000 onas de 1880 apenas quedaban 500 hacia 1905. Para entonces el genocidio casi había cesado. Los pocos que quedaron luego sucumbieron por las enfermedades introducidas. Nunca la justicia presentó cargos contra Popper.



Monedas y Estampillas Popper

Para mantener su organización acuñó monedas de oro de un gramo y 5 gramos. En un principio, esta acuñación fue realizada en sus propios talleres, de manera casi artesanal. Pero debido a sus contactos, consiguió que la Casa de Moneda de la Nación acuñase 200 piezas de 5 gramos y 1000 piezas de 1 gramo, lo que en cierto modo legalizaba su circulación. La situación fue insólita, ya que en la Argentina, en esa época, en todo el territorio, regía el Peso Moneda Nacional, pero en Tierra del Fuego, el "Popper". Algunos explican esta emisión por las dificultades que se originaban en la gran distancia e incomunicación que tenía la Isla, lo que creaba la necesidad de un circulante.
Además de las monedas, emitió estampillas de 0,10 centavos, lo que le causó un juicio por parte del Estado.
En 1891, Popper patenta en la Argentina y varios países del mundo, su "cosechadora de oro", que según él, podía lavar 75 toneladas de arena por día, extrayendo 99,6 del oro que contiene.
Julio Popper murió en 1893, en Buenos Aires, con tan solo 36 años, en circunstancias más que misteriosas.
Hoy en día, las monedas "popper" tienen un gran valor numismático.

Fuente: Wikipedia

dp

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Naufragio del cazatorpedero “Rosales”




“Las presiones políticas lograron acallar los hechos debido a que el comandante Funes era sobrino de la esposa del presidente Julio Argentino Roca.”

El 7 de julio de 1892 zarparon del río de la Plata los cruceros argentinos “Almirante Brown” y “25 de mayo” y el cazatorpedero “Rosales”, invitados por el gobierno español al puerto de Palos para la conmemoración de los cuatrocientos años de su llegada a América.
El cazatorpedero era una pequeña nave de apenas 550 toneladas de desplazamiento, diseñado para navegación fluvial o costera. Poco antes del viaje había sufrido una colisión con una nave mercante y la reparación no había sido aún concluida cuando zarpó al viejo mundo.
Navegaba al mando del capitán de fragata Leopoldo Funes y la tripulación la formaban ochenta hombres, en su mayoría inmigrantes italianos y campesinos reclutados que carecían de experiencia, hasta el punto que algunos, por primera vez, veían el mar.
Al día siguiente de abandonar Buenos Aires se desató un viento huracanado y una fuerte tormenta que levantó olas que alcanzaban a los nueve metros de altura y barrían la cubierta del pequeño buque y las fuertes sacudidas le abrieron una brecha en el casco, desprendiendo varias planchas a causa del trabajo aún inconcluso.
Los dos cruceros que le acompañaban se habían perdido en el horizonte y se encontrarían luchando con el temporal, mientras el “Rosales” había quedado solitario, librado a su propia suerte y sin posibilidad de pedir auxilio.
El comodoro de la formación, al no recibir respuesta de las señales luminosas transmitidas, dio por sentado que el cazatorpedero había buscado refugio en la costa y continuó viaje.

Insuficiente cantidad de botes

El naufragio era inminente, las bombas de achique era incapaces de expulsar el agua que lo inundaba, por lo que el comandante tomó la decisión de abandonar el buque.
Los botes salvavidas con que contaba el “Rosales” eran insuficientes para salvar a toda la tripulación; más aún, no tenían capacidad para rescatar ni a la mitad.
El comandante ordenó embarcar a los contramaestres y a los suboficiales en los botes disponibles y en su lancha acomodó a los oficiales, a los ingenieros, a dos marineros y él mismo, veinticuatro náufragos en total.
El resto quedó librado a su suerte. De los contramaestres y suboficiales no se supo más, pues solamente llegó a la costa uruguaya la lancha del comandante.
Al acercarse esta a un lugar donde avistaron un faro, chocó violentamente contra las rocas y se volcó, logrando sobrevivir solamente diecinueve. Entre los muertos estaba el alférez Miguel Giralt.
La situación vivida comenzó a crear muchas dudas en la opinión pública, pues no parecía lógico que se hubiesen salvado todos los oficiales y la tripulación quedara abandonada a su suerte, pero inicialmente las presiones políticas lograron acallar los hechos debido a que el comandante Funes era sobrino de la esposa del Presidente de la República Julio Argentino Roca, el segundo comandante era hijo de un diputado y sobrino del ministro de Guerra y Marina y otro de los oficiales sobrevivientes era hijo del jefe de la policía.

Confesión de Batagglia

Los rumores y una protesta de la embajada de Italia obligaron a la detención de los sobrevivientes y el fogonero, Francesco Batagglia, destapó la olla.
De acuerdo a su versión, antes de abandonar la nave, un contramaestre había sido designado para encerrar al resto de la tripulación en una bodega, la cual clamaba desesperadamente sobre la cubierta para que no los dejaran abandonados, mientras eran rechazados por los oficiales, revólver en mano. Una vez cumplida la macabra misión, el contramaestre fue asesinado de un balazo por un oficial.
En la lancha en que se había salvado Batagglia estaba también el alférez Giralt, quien tuvo una violenta discusión con el comandante por su actitud, amenazándolo con declarar la verdad, por lo que al tocar tierra habría recibido un balazo del jefe, acallándolo así.
Fue nombrado fiscal para investigar los hechos el contralmirante Antonio Pérez, quien sufrió toda clase de presiones de parte de los poderosos apoderados de los inculpados y cuando se aprestaba a dictar sentencia contra el comandante del “Rosales” al día siguiente, sobreseyendo al resto de los oficiales, repentinamente renunció “por razones de salud”.
Fue reemplazado por el capitán de navío Jorge Lowry, que gozaba de fama de incorruptible y recto, quien pidió la pena de muerte para el comandante del buque por pérdida de su buque y culpabilidad criminal por abandono voluntario y criminal de su tripulación, diez años de prisión para el segundo comandante, diez años para otro oficial, seis para el resto de los náufragos y una menor para Batagglia por haber contribuido al esclarecimiento de los hechos, terminando su dictamen con la sospecha que Funes había asesinado al alférez Giralt al llegar a tierra.
A pesar de las evidencias, el tribunal militar optó por desechar la pena de muerte para el comandante y la prisión y degradación para el resto de los oficiales, quedando como único castigo recibido por el primero el de inhabilitación por un año “por impericia en la navegación”.

Autor: Germán Bravo V. Historiador
Publicado en: http://www.elsur.cl/edicion_hoy/secciones

La película

En 1984 se filma la película "La Rosales", del director Daniel Lipszic y con la actuación de Héctor Alterio, Ricardo Darín, Ulises Dumont, Alicia Bruzzo y Oscar Martínez. Duración: 77 minutos. Argentina.
En este artículo publicamos el afiche de esta filmación.

dp


domingo, 25 de noviembre de 2007

LA HISTORICA NEUTRALIDAD ARGENTINA

Durante los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial, la Argentina mantuvo su postura neutral al conflicto. Yrigoyen tuvo que soportar presiones internas y externas -fundamentalmente de los Estados Unidos-para revertir esta decisión de gobierno. Esta actitud de no participar tampoco se modificó cuando Alemania hundió dos buques argentinos. En esa oportunidad, exigió el desagravio de la bandera argentina y un resarcimiento económico.



La Primera Guerra Mundial se desarrolló entre 1914 y 1918. De un lado se ubicaron los imperios centrales alemán y austro-húngaro. Y, del otro, los aliados integrados por Francia, Inglaterra y Rusia. En 1915, Italia se sumó a este bando.

Dos años después, los imperios centrales recibieron el apoyo de Bulgaria y Turquía, mientras que los aliados sufrieron la baja de Rusia a raíz de la Revolución Comunista. Rumania tuvo a su cargo la defensa del frente oriental de los aliados.

La Gran Guerra había estallado el mismo año en que murió el presidente argentino Roque Saénz Peña. Su sucesor, el vicepresidente Victorino de la Plaza mantuvo la neutralidad. Dos años después, cuando fue elegido como presidente, Hipólito Yrigoyen,Alemania ya había comenzado la guerra submarina que provocó el ingreso de Estados Unidos en los enfrentamientos. Fundamentalmente por una razón: en el hundimiento de algunos barcos habían muerto ciudadanos estadounidenses. Yrigoyen tuvo que soportar fuertes presiones internas para mantener la neutralidad. Tanto la Cámara de Senadores como la de Diputados se expidieron en favor de la ruptura contra los imperios centrales. Esa misma postura adoptaron, el presidente del Comité Nacional de la UCR,Rogelio Araya, el embajador en Washington, Rómulo Naón, y el ministro argentino en París, Marcelo T. de Alvear. Incluso Naón presentó su renuncia indeclinable a fines de 1918 en desacuerdo con la decisión de no intervenir.

A esto debe sumarse la presión de los gobiernos aliados de Gran Bretaña y Francia para que el gobierno argentino abandonara su postura. Tambien el presidente norteamericano Woodrow Wilson en una circular dirigida a los países neutrales americanos, reclama la declaración conjunta de guerra al imperio alemán.

Según algunos periódicos, como método de persuasión, a esta nota se le sumaba la amenaza de negar créditos a quienes no manifestaran su adhesión a la política exterior norteamericana. Aunque esos rumores circulaban,fue Argentina la que concedió a Francia, a comienzos de 1918, un préstamo por 100 millones de pesos oro para que pudiese adquirir productos argentinos.

Por los mismos días en que Estados Unidos declaró la guerra, dos buques argentinos fueron hundidos por las fuerzas alemanas. Frente al ataque, Yrigoyen decidió mantener la neutralidad. Pero el gobierno argentino expresó formalmente sus protestas a Alemania: exigió el desagravio del pabellón nacional y una reparación económica por el hundimiento del buque "Monte Protegido" que trasladaba lino a Rotterdam. La misma actitud adoptó con el hundimiento de "Foro" que transportaba lanas, carnes, grasas y cueros a Génova.

El gobierno imperial aceptó los reclamos argentinos por el hundimiento del "Monte Protegido". Sin embargo, se negó a seguir el mismo procedimiento con el caso del "Foro" por considerar que los productos transportados eran "contrabando de guerra". Yrigoyen insistió. Y destacó que los productos alimenticios eran un rubro fundamental del comercio exterior argentino, y que no podían ser considerados "contrabando de guerra" aunque se vendieran a países beligerantes.

Alemania aceptó las exigencias. Y, ya concluida la guerra, en 1921, en el acorazado alemán "Hannover" se realizó el desagravio a la bandera argentina en presencia del secretario de Estado germano von Simons, y del ministro argentino en ese país, Luis Molina.

Las presiones alemanas sobre el gobierno argentino para acelerar la declaración de guerra y así impedir el abastecimiento de productos primarios a los aliados, quedaron evidenciadas en los telegramas del representante alemán en Buenos Aires, el conde Karlo von Luxburg.

En 1917, cuando fueron interceptados por la diplomacia inglesa, se supo que Luxburg le sugería al Imperio, el hundimiento de los barcos argentinos sin dejar rastros.rigoyen decidió expulsar al embajador solicitando que se entregaran los pasaportes al conde Luxburg y así lo comunicó a Berlín. El gobierno imperial alemán desautorizó a su representante. Y, asegurando que tenía las facultades mentales alteradas, fue internado en el Hospital Alemán. Luego volvió a su país en secreto.

La actitud pacífica del gobierno argentino se convirtió en un símbolo que el mismo Yrigoyen resaltó en el decreto del 13 de noviembre de 1918. Ese día fue declarado feriado nacional para dar la bienvenida a la paz mundial. Terminaba la Gran Guerra.

El presidente argentino no sólo sobrellevó las presiones norteamericanas y mantuvo la neutralidad. En 1919, ya finalizados los enfrentamientos, siguió pronunciándose contra el imperialismo estadounidense. En esa oportunidad, invitó a saludar la bandera dominicana. Lo que ocurría es que, desde 1907, los Estados Unidos controlaban a la República Dominicana, con la presencia de sus tropas en Santo Domingo.

Incluso, cuando murió en Montevideo el poeta mexicano Amado Nervo -por entonces representante diplomático ante los gobiernos de Argentina y Uruguay-, Yrigoyen reforzó su gesto de solidaridad con el país centroamericano. Ordenó al comandante del barco de guerra argentino "9 de Julio" -escolta de los restos del escritor hasta Veracruz- que homenajeara la soberanía dominicana en el puerto de Santo Domingo.

La neutralidad argentina nunca había sido pasiva. Un dato que lo evidencia es que, cuando Estados Unidos declaró la guerra a los alemanes, Yrigoyen intentó reunir un Congreso jurídico de Neutrales. Pero la convocatoria no tuvo éxito porque sólo México respondió favorablemente.

La postura del primer mandatario no sólo era pacifista. Consideraba inmoral que los países latinoamericanos se involucraran en una guerra cuando necesitaban los recursos para construir caminos y escuelas. A su vez, entendía que, si estas naciones se involucraban en el conflicto mundial sólo por acceder a un capricho norteamericano, en adelante carecerían de soberanía. En su opinión, las potencias decidirían por ellos sin consultarlos como lo hacían con los pueblos africanos.

La firmeza de Yrigoyen sobre el mantenimiento de la neutralidad fue registrada por el propio embajador norteamericano Frederic Stimson. Según uno de sus escritos, Yrigoyen le expresó lo siguiente: "Han llegado ustedes al término de un camino que mi país tan sólo está iniciando. Han visto como Alemania echaba a pique sus barcos, uno tras otro; como destruía a centenares de vidas norteamericanas. Argentinos, ni una.

También protestó contra Stimson en 1917 porque una escuadra norteamericana pretendía ingresar por la fuerza en el Río de la Plata. Frente a esto, el gobierno de Washington solicitó que sus barcos de guerra pudieran ingresar como visita de cortesía. El Presidente envió la solicitud al Senado que, finalmente, dio su consentimiento.

Los Estados Unidos no se pronunciaron ante la actitud del "9 de Julio" en Santo Domingo en 1919. Incluso, el presidente Wilson envió a comienzos de 1921 a Buenos Aires al secretario de Relaciones Exteriores Colby con una instrucción: invitar a Yrigoyen para que visitara Norteamérica. Esto nunca se concretó. Con esa actitud, el gobierno norteamericano pretendía demostrar que las relaciones con Argentina eran cordiales a pesar de la neutralidad.

Fuente: http://www.clarin.com/diario/especiales/yrigoyen/guerra/neutral.htm
yrigoyen@clarin.com.ar

dp

CUANDO LA ARGENTINA VIOLO TERRITORIO DE HAITI


Crónica de un bochornoso episodio ocurrido en 1956, en el que la impune cobardía de las fuerzas argentinas que ocasionaron el mismo contrastó en inversa proporcionalidad ética con la heroica valentía de un matrimonio de diplomáticos haitianos

Por Florencia Pagni y Fernando Cesaretti

“Los pequeños países deben ser respetados mas escrupulosamente por ser pequeños. Para que el derecho sea un imperativo moral y no de fuerza“. Jean Brierre


El asilo diplomático, una peculiaridad latinoamericana

El asilo diplomático es casi una peculiaridad de los estados latinoamericanos, dado que en otras latitudes se lo ha aplicado ocasionalmente. El asilo diplomático es aquel que se concede en la sede de las legaciones y en naves de guerra estacionadas en puertos extranjeros a perseguidos políticos cuya vida o libertad se haya en inminente peligro. Algunos países sin reconocer esta institución han otorgado no obstante, refugio temporal a individuos por motivos políticos. No es procedente de acuerdo a derecho conceder asilo en tiempos normales a los inculpados de delitos comunes.
La misión diplomática que ha concedido asilo debe informar de ello al gobierno local y solicitarle salvoconducto para que el refugiado abandone el país. El gobierno local debe otorgar el salvoconducto, a menos que considere que el asilo no es procedente en el caso que en particular se trate, ya sea porque el asilado es culpable de delitos comunes o por otra razón.
El Derecho de Asilo Diplomático latinoamericano fue siendo normado en virtud de los tratados que las jóvenes naciones fueron firmando entre finales del siglo XIX y mediados del XX.
Así el Tratado de Derecho Penal Internacional, suscrito en Montevideo en 1889; en su artículo 17 reconoce el derecho de conceder asilo en legaciones o buques de guerra, surtos en aguas territoriales de otros estados contratantes, a los perseguidos por delitos políticos.
En 1928 la Convención de La Habana reglamentó la práctica del asilo diplomático reconociendo nuevamente el derecho de otorgar asilo a perseguidos políticos. No obstante esa Convención nada normó en referencia a la calificación de la figura de asilado, lo que ha sido materia de frecuentes controversias entre los estados asilantes y los estados territoriales, pese a que un lustro después la Convención de Montevideo, introduce una pequeña innovación, la que afirma que la calificación del carácter político o no, de los móviles que llevan a un individuo a buscar refugio corresponde al estado que presta el asilo. Pese a esto, la nebulosa jurídica continúa por esos años.
Consecuencia directa de esta imprecisión fue la larga controversia entre Perú y Colombia en relación al caso del líder aprista Víctor Raúl Haya de La Torre, que tras el triunfante cuartelazo del general Manuel Odría en 1948, se asiló en la embajada colombiana en Lima, en cuyo edificio debió permanecer seis años. Recién en 1954 pudo salir del país rumbo al exilio, en este caso al siempre acogedor México heredero de la impronta libérrima del general Lázaro Cárdenas, ese Tata hijo de la chingada que abrió generosamente las puertas de su país a un variopinto escenario de refugiados, desde un notorio Trotski a miles de anónimos republicanos españoles.
Fue precisamente en 1954 cuando la Convención de Caracas actualizó los puntos esenciales del derecho de asilo, reafirmando la facultad del estado asilante de calificar la naturaleza política o común del delito, otorgando a ese estado la facultad para apreciar la situación de urgencia que es condición para la concesión de asilo. Esta Convención que está ratificada por casi todos los Estados Latinoamericanos, dispone en su artículo 1° que el asilo diplomático podrá ser otorgado en legaciones, naves de guerra y campamentos o aeronaves militares.

Un poeta de la negritud

1954 es también el año en que llega a la Argentina acreditado como embajador de Haití, Jean Brierre. Nacido en 1909, este hombre a horcajadas entre la juventud y la madurez, es ya un veterano de múltiples combates donde la literatura ha sido el arma para denunciar el constante atropello del imperialismo yanqui a su pequeño país.
Seis años de edad tan solo cuenta Brierre cuando los Estados Unidos inician una ocupación que durará casi dos décadas. Largo tiempo en que ese niño se hará adulto, sufriendo las consecuencias como negro de la importación por parte del ocupante, de los modos racistas del Profundo Sur.
Una consecuencia de la larga intervención estadounidense es el abrir entre los jóvenes intelectuales haitianos (grupo naturalmente minoritario en relación al total de la población pero muy dinámico e influyente) un debate sobre la identidad nacional. Penetra en ellos una fuerte ola de africanismo que hace que hacia la década de 1930 se imponga la novela y la poesía del negrismo, fenómeno que se hace carne en toda la literatura caribeña, especialmente en Cuba con autores de la envergadura, por ejemplo, de Nicolás Guillén.
El negrismo (o negritud) como concepto se nutre de la influencia del marxismo, el psicoanálisis, los movimientos literarios de vanguardia y de la necesidad de cuestionar las convenciones y prejuicios sociales. Su propósito es recuperar la dignidad del negro como individuo sometido durante siglos a la discriminación y el desprecio por su supuesta inferioridad; reivindicar la herencia africana en la cultura y vida cotidiana occidental; exaltar la relación del mundo negro con la naturaleza y afirmar su mayor sentido del ritmo.
El negrismo ha nacido en el lugar “natural” del exilio cultural de esos intelectuales africanos y caribeños: París. Su referente es el poeta senegalés Léopold Senghor. Este será un guía para el joven Brierre, por esos años en que como agregado subalterno a la modesta estructura de representación exterior haitiana, alterna los ambientes bohemios parisinos y neoyorquinos. La relación entre ellos se mantendrá solidaria e inalterable a lo largo del tiempo. Así cuando en la década de 1960, Brierre tras pasar un tiempo en las cárceles del dictador haitiano Francois Duvalier, el temible Papa Doc, es expulsado de su patria, encuentra la generosa acogida de su amigo Senghor, por entonces presidente de Senegal y ya considerado como el más importante intelectual africano que ha dado el siglo.
Jean Brierre expresa en su poesía la amargura y la esperanza. Sus versos denuncian la opresión de su patria y de su raza. Y también recupera la simbiosis entre su patria y África. Su patria que ha sido no solo la primera república latinoamericana sino también la primera republica negra del mundo en un mundo donde la esclavitud era aun un hecho omnipresente. Y que vio surgir azorado y escandalizado a esa “insolencia independentista” construida por quienes estaban destinados “naturalmente” a llevar cadenas. Brierre vuelve entonces la mirada a su África dolorosa y maternal, como una manera de encontrar en ella a su propio Haití, igualmente doloroso y maternal.
Ese Haití, el país más pobre del continente, a quien el destino le lleva a representar diplomáticamente en el país más rico de Sudamérica. País cuya capital –poderoso faro cultural- le promete una estadía, a el y a su esposa, tranquila y reposada. Y así vivirá en Buenos Aires el matrimonio Brierre la vida muelle propia del mundo de las representaciones extranjeras destacadas en una nación amiga, hasta que en el gélido mes de junio de su segundo año como embajador, las circunstancias alejarán para siempre toda esa vana fruslería protocolar.

Operación Masacre

Comenzado a última hora del sábado 9 de junio de 1956, el movimiento militar que contra el gobierno de facto presidido por el general Pedro Aramburu encabezó un antiguo amigo y compañero de promoción de este, el general Juan José Valle, fue neutralizado y reducido en poco tiempo. A media mañana del día 10 se rendía el último foco rebelde en Santa Rosa. Por entonces, fracasados los intentos de copamiento de unidades militares y/o emisoras de radio en Buenos Aires, La Plata, Campo de Mayo y Rosario, la insurrección está definitivamente vencida, demostrando en su rápido fracaso, tanto su falta de preparación y cohesión, como el grado de infiltración previa por parte de los servicios de inteligencia del gobierno faccioso.
Este episodio podría haber pasado a la historia como uno más de los tantos pronunciamientos y “fragotes” del ciclo que se inicia en 1930. Sin embargo, la forma brutal en que fue aplastado le dio una entidad distinta. Por primera vez en la Argentina moderna, un gobierno ejecutó a algunos de los participantes (reales o supuestos) de un conato de rebelión. Durante los tres días que siguen al comienzo de la “revolución de Valle”, son fusilados dieciocho militares y nueve civiles. Tal vez este derramamiento de sangre injustificable encuentre explicación en el temor del gobierno de facto a que el levantamiento degenerase en guerra civil.
En esencia a la conspiración que encabezó el general Valle secundado por el general Raúl Tanco, se le puede categorizar como un movimiento que obedeció a una lógica interna militar. En primer lugar fue retroalimentado por el descontento de muchos oficiales y suboficiales que habían sido retirados en la purga que siguió a la destitución de Perón primero, y de Lonardi después. Tan solo luego acudió en su constitución (aunque determinante en su ejecución y en la mística que generó con posterioridad a su derrota), el clima de resistencia generalizada en los sectores proletarios de la población a algunas medidas regresivas en materia económica y social adoptadas por el faccioso gobierno provisional con claro sentido de revancha clasista para con los simpatizantes del régimen populista depuesto. Fue en este contexto de intranquilidad donde los responsables castrenses de la insurrección lograron (en contraprestación a las muchas deserciones de último momento de oficiales previamente comprometidos), el apoyo de civiles peronistas.
A pesar de esa simpatía activa de los partidarios del justicialismo que transformaba al golpe en un movimiento cívico militar de indudable raigambre popular, los jefes militares del mismo esperaron en vano la aprobación de Perón. El ex presidente por entonces exilado en Panamá, fue sumamente duro con los alzados. Resentido aún por la actuación de la Junta de Generales (de la que fueron integrantes Valle y Tanco), que había operado como transición en su salida del poder en setiembre de 1955, le escribió el 10 de junio a su delegado personal John William Cooke: “-si yo no me hubiera dado cuenta de la traición y hubiera permanecido en Buenos Aires, ellos mismos me habrían asesinado, aunque solo fuera para hacer mérito con los vencedores”. Aunque con posterioridad el imaginario peronista ubicó a Valle y a los otros oficiales alzados en junio de 1956 como figuras destacadas del martirologio del movimiento popular, lo cierto es que en el momento de los hechos, estos clamaron en vano el nombre de un líder que sin reciprocidad se comportó en la contingencia con la misma hostil indiferencia con la que un siglo antes actuó Urquiza en relación a los alzamientos que en el poniente argentino efectuaban esperanzados en el caudillo entrerriano, Peñaloza o Varela.
Ese componente plebeyo altamente presente no solo en los protagonistas civiles sino en el importante número de suboficiales sublevados, tal vez también sea una clave para comprender la crudeza y el grado tal de represión aplicado por parte del gobierno de facto, al punto que la ley marcial solo fue suspendida el 12 de junio luego de ser detenido y fusilado al general Valle, jefe del levantamiento. Sin embargo los sectores más duros del régimen entendían que igual suerte debía correr el otro general complotado, Raúl Tanco. El problema era capturarlo…

Un chalet en Vicente López

Eso es físicamente la embajada de Haití en ese tiempo de convulsiones. Una confortable edificación con un amplio parque, situada en el bucólico paisaje de los privilegiados suburbios septentrionales allendes a la capital argentina. Dato no menor por los hechos que van a sobrevenir es que cuenta con una construcción anexa utilizada como garaje, con varias habitaciones en la planta alta. La tranquilidad del barrio es solo alterada por el estruendoso paso de los coches de una línea de colectivos que sirve para espabilar periódicamente al agente policial de facción ubicado permanentemente frente a la embajada…y también para que uno de esos coches en los hechos que van a sobrevenir juegue con su oportuna aparición en escena, un papel providencial.
A media tarde del lunes 11 de junio golpean a la puerta del chalet dos hombres. Son un teniente coronel, Salinas, y un gremialista, García, ambos participantes de la frustrada rebelión que llegan a la legación haitiana buscando asilo. Este les es concedido sin objeción alguna por el embajador Brierre. Los familiares de los refugiados enteran a otros de la generosa disposición encontrada y en las horas siguientes acuden a pedir asilo dos coroneles: González y Digier, un capitán, Bruno, y un suboficial, López. Se les aloja en las habitaciones del anexo situadas arriba del garaje.
Al día siguiente Brierre se traslada a la Cancillería a informar formalmente el otorgamiento de asilo a los refugiados en la embajada. En la madrugada del jueves 14 aparece por la sede diplomática otro perseguido en busca de amparo. Se trata del general Raúl Tanco, quien llega muy cansado y ganado por una sombría depresión luego de sortear casi de milagro el ser capturado por la parafernalia de fuerzas que el gobierno dispuso para encontrarlo.
Tanco será el último que traspase la reja a la libertad de la embajada, pues inmediatamente esta será rodeada por fuerzas policiales que impiden el paso por la cercanía a los viandantes. Sin embargo la custodia en si de la sede diplomática desaparece pese a los reclamos infructuosos de Brierre a la Cancillería. El embajador está alarmado por los continuos llamados telefónicos anónimos que preguntan a lo largo de ese día por “el hijo de puta de Tanco”.
Anochece la jornada del 14 de junio cuando Brierre abandona la embajada con la finalidad de agregar en Cancillería el nombre de Tanco a la lista de asilados. Estos, alojados en el anexo, se sienten a resguardo de cualquier peligro ya que esa casa de Vicente López de acuerdo al derecho internacional es territorio extranjero, con mayor precisión: territorio soberano de la República de Haití donde no puede alcanzarlos la represión que impera en la República Argentina.

Se equivocan. A poco de abandonar Brierre la residencia, dos vehículos se estacionan frente a esta, descendiendo de los mismos una veintena de hombres fuertemente armados. Quien comanda el grupo es el general Domingo Quaranta, jefe del temible Servicio de Informaciones del Estado (SIDE), que tras ordenar el retiro del retén policial, penetra violentamente en la sede diplomática, sacando por la fuerza del anexo de la misma a los siete asilados.
Estos son obligados a ubicarse a lo largo de la verja exterior. El grupo asaltante se posiciona frente a ellos preparando sus armas. La intención es fusilarlos allí mismo. Pero en ese instante aparece corriendo desde el interior de la casa, Therese Brierre, esposa del embajador. Ante la inminencia de lo que se va a perpetrar, la señora Brierre comienza a dar gritos desesperados. El general Quaranta la aparta bruscamente mientras le vomita el insulto natural a su lógica racista y sexista: “-callate negra hija de puta”. Ante el escándalo un grupo de vecinos se acerca y forma corrillos en el lugar. El jefe de la Side toma entonces una decisión. Parte de su grupo se queda conteniendo al vecindario mientras que el resto parte con los prisioneros hasta la esquina, para allí, sin testigos inoportunos consumar la matanza. En ese menester están cuando aparece providencial, un colectivo que se detiene para bajar pasajeros. Ante esta nueva intromisión a sus planes, Quaranta decide cargar a los secuestrados en el mismo colectivo y llevarlos a otro lugar donde poder impune y “legalmente” perpetrar el asesinato de los mismos.
Ese lugar es un cuartel ubicado en la Capital Federal. Allí los prisioneros son identificados y despojados de sus efectos personales. La muerte les ronda tan de cerca que en uno de los sobres donde se depositan esos efectos puede leerse: “pertenencias de quien en vida fuera el general Tanco”. Ante tan tétrica evidencia, este y sus compañeros de infortunio se van resignando a sumarse a la lista de fusilados.
Pero quien no se resigna es la señora Brierre que por vía telefónica denuncia inmediatamente el hecho a las agencias internacionales de noticias y se comunica con el ministerio de asuntos exteriores haitiano solicitando su intervención. Poco después llega a la embajada Jean Brierre, que tras ser puesto al corriente del atropello, retoma sobre sus pasos y se dirige nuevamente a la Cancillería, donde es recibido por un subsecretario, burócrata menor a quien le exige la búsqueda y devolución de los secuestrados. Oficialmente el gobierno de Aramburu afirma no tener nada que ver con el episodio, prometiendo “investigarlo”. Pero Brierre no se conforma con esa promesa. Protesta con vehemencia, interesando al mismo tiempo en el asunto a la embajada de Estados Unidos. Solo entonces el gobierno faccioso de Aramburu asume el escándalo internacional al que su torpeza y su sed de venganza para con los vencidos, está dando lugar.
Cerca de esa gélida medianoche, los prisioneros que desde su traslado hace horas al cuartel, esperan en la intemperie del patio de armas el momento de su fusilamiento (ahora si a punto de concretarse tras ser dos veces postergado en esa jornada), son llevados a una oficina, donde el alma les vuelve al cuerpo al ver aparecer al embajador Jean Brierre acompañado de dos burócratas argentinos: el subsecretario de Relaciones Exteriores y el jefe de Ceremonial del Estado, que con hipócrita solemnidad le “devuelven” a aquel sus asilados. Uno de estos le comenta a Brierre que les han hecho firmar bajo coacción declaraciones, lo cual está vedado por el derecho internacional. Brierre manifiesta que hay que romper las mismas. Los burócratas se oponen hasta que la firmeza y decisión que denota la voz del haitiano impone su destrucción.
Minutos después en dos automóviles iluminados en la tenebrosa noche de una Argentina dividida por la refulgente luz grana y azul de la bandera haitiana, hacinados a tal punto que alguno de ellos viaja literalmente en las rodillas del embajador[1], siete argentinos salen de la muerte y vuelven a entrar en la vida.

El legado de los Brierre

Jean Brierre no tuvo la suerte de esos siete argentinos. Regresó a su país en donde como tantos otros intelectuales y políticos haitianos sufrió a partir de 1957 la persecución y el encarcelamiento por parte del nuevo hombre fuerte de su atribulada tierra, Francois Duvalier. A principios de los sesenta fue expulsado al exilio. Este como ya expresáramos, adoptó la forma -gracias a una generosa invitación de su amigo Léopold Senghor- de un fecundo cuarto de siglo de residencia senegalesa. Allí Brierre continúa con su labor literaria, dando a luz en este período algunas de sus mejores obras. Senegal impuso en mérito a su labor cultural en 1998 el premio “Jean Brierre de Poesie”, destinado a fomentar las inquietudes de jóvenes valores en África y América.
En 1986 con el peso de los años a cuestas y la nostalgia por su patria, Jean Brierre retorna a Haití donde fallece en plena transición de la dictadura a la democracia, a fines de 1992. La muerte le impidió ver a su país encauzado en un rumbo por el que había luchado toda su vida.
En la Argentina había sido casi olvidado hasta que en 1964 el historiador revisionista Salvador Ferla rescató el protagonismo que tuviera con su esposa en los hechos de junio de 1956, dedicándoles varios parágrafos de su libro Mártires y Verdugos. Sin embargo Ferla, más allá de lo encomiable de su intención, muestra la actuación del matrimonio Brierre bajo una óptica paternalista y un apenas disimulado racismo. Así en su relato Brierre es “un negro que tiene alma, nobleza, bondad…Acaso para castigar la soberbia racial de algunos blancos Dios produce casos como este”, y en el epílogo del episodio es “el negro (que) los saca (a los prisioneros) del infierno blanco”. De las condiciones y antecedentes intelectuales de Brierre, no dice una palabra. La señora del embajador es “una mujer de color” y finalmente una “!negra linda y virtuosa!”, definición que en algún modo recuerda, aunque en sentido contrario, el insulto brutal pero menos hipócrita que un asesino como Domingo Quaranta le espetó a Therese Brierre. Este al gritarle: “-callate, negra hija de puta”, mostró sin cortapisas un discurso racista (y machista) común a la sociedad argentina de esa época. En esa misma sintonía opera una fabulación construida al calor del “luche y vuelve” por Rodolfo Walsh a principios de la década del 70, cuando pone en boca de Brierre, sin citar fuente ni circunstancia la siguiente definición: “nosotros como descendientes de esclavos no podemos ser otra cosa que peronistas“. Frase muy encomiable desde el punto de vista de la épica política, pero evidentemente apócrifa.
Tarde llegó el homenaje del pueblo argentino a Jean Brierre. Recién en el año 2004, en el bicentenario de la independencia de la primera republica latinoamericana, de la primera república negra del mundo, el Congreso Nacional, la Cancillería y el Concejo Municipal de la Ciudad de Buenos Aires[2] recordaron con sendas placas su nombre. Resonó entonces en esos recintos, como una voz espectral surgida de lo más recóndito de la razón y la justicia el argumento esgrimido en 1956 por el embajador ante el gobierno dictatorial argentino: “No porque Haití sea una nación pequeña va a permitir semejante atropello. Por el contrario, los pequeños países deben ser respetados escrupulosamente porque son pequeños, para que el derecho sea un imperativo moral y no de fuerza.”
Jean y Therese Brierre[3] demostraron a todos los argentinos con la ejemplar conducta mantenida en una época lamentable de nuestra historia, que los derechos humanos no se actúan, se ejercen.

Florencia Pagni y Fernando Cesaretti. Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario.
grupo_efefe@yahoo.com.ar

BIBLIOGRAFIA

FERLA, Salvador. Mártires y verdugos, Ediciones Revelación, Bs. As., 1964.
PAGE, Joseph A. Perón, Ed. Javier Vergara, Bs. As., 1984.
PERON-COOKE. Correspondencia, Bs. As., 1973.
POTASH, Robert A. El ejército y la política en la Argentina (II), Ed. Hyspamerica, Bs. As., 1986.
ROUQUIE, Alain. Poder militar y sociedad política en la Argentina (II), Ed. Hyspamerica, Bs. As., 1986.
WALSH, Rodolfo. Operación Masacre, Ediciones de la Flor, Bs. As., 1972.

[1] Testimonio del suboficial Andrés López.
[2] La infatuación de los porteños ha elevado ilegalmente a su Concejo Municipal al rango de Legislatura y convertido a sus concejales en diputados, lo cual no les asegura por cierto mayor capacidad, idoneidad y honradez.
[3] Lamentablemente los autores de este trabajo no hemos podidos obtener mayores datos biográficos sobre Therese Brierre.

dp

miércoles, 21 de noviembre de 2007

LOS CHICOS DE LA GUERRA. BATALLA DE ACOSTA ÑU

El tan comercial entre nosotros Día del Niño se conmemora con desfiles y homenajes en Paraguay el 16 de agosto, en recuerdo de los tres mil quinientos niños exterminados en la batalla de Acosta Ñú librada en 1869. Los chicos masacrados llevaban las caras pintadas con barbas y bigotes, las cabezas cubiertas con quepis militares y sus manos con palos y maderas simulando fusiles.

Por Jaime Galeano y Hugo Montero. Texto gentileza de Coral y la lista Conozcamos la Historia

Muchos años han pasado desde el final de la guerra del Paraguay; el genocidio organizado por los británicos y ejecutado por argentinos, brasileños y uruguayos, que tuvo en una batalla su síntesis más sangrienta.

El viento que cruzaba entonces el Cerro Gloria jugaba con el pelo de los niños, sucio de sangre y de tierra, cuerpos esparcidos por la pradera, desgarrados por el fuego de las balas y las cargas de soldados profesionales y mercenarios bien entrenados bajo la bandera de la Alianza. Los derrotados en la batalla de Acosta Ñú ese 16 de agosto de 1869 eran chicos, pibes paraguayos de entre nueve y quince años de edad, y sobre ellos el viento del cerro pasaba rasante, silencioso. A lo lejos, soldados brasileños comenzaban a cumplir las últimas órdenes del Conde D’Eu y azuzaban el fuego entre las matas para no dejar rastros de la masacre, para evitar cargar con los heridos, para apagar definitivamente la luz de un genocidio inédito en la historia de América del Sur. Y ese fuego escondió la sangre para siempre.

La batalla de Acosta Ñú, donde fueron asesinados cerca de tres mil quinientos niños paraguayos, no sólo representó el símbolo máximo de un genocidio que devastó a un floreciente país sudamericano, sino que continúa siendo hoy uno de los hechos más vergonzosos en la historia de los países responsables y cómplices de la guerra de la Triple Alianza, Argentina entre ellos. Una historia que suele omitirse en los manuales escolares que leen los niños de esos mismos países.

"Si queremos salvar nuestras libertades y nuestro porvenir tenemos el deber de ayudar a salvar al Paraguay, obligando a sus mandatarios a entrar en la senda de la civilización", exhortaba Domingo Sarmiento, meses antes del comienzo de la guerra. La conclusión de esa entrada en la senda de la civilización que representaban entonces civilizados países como Argentina, Brasil y Uruguay, significó para el Paraguay el aniquilamiento del noventa y nueve por ciento de su población masculina mayor a los quince años y del setenta y seis por ciento del total de sus habitantes durante la etapa 1865-70. La guerra redujo la población del Paraguay de un millón trescientos mil habitantes a doscientos mil y a un ejército de cien mil hombres a apenas cuatrocientos soldados sobrevivientes. También representó, claro, la pérdida de ciento sesenta mil kilómetros cuadrados de su territorio a manos de los vencedores, la aceptación del tratado de libre navegación en sus ríos (principal motivo de la guerra), el pago de mil quinientos millones de pesos en concepto de indemnizaciones, la privatización de sus tierras, fábricas y servicios a precios de remate y el comienzo de un endeudamiento crónico producto de un préstamo otorgado por la misma banca que costeó los gastos de guerra de Brasil: la británica Baring Brothers. Esta compañía fue, en realidad, la única ganadora del conflicto: el préstamo de tres mil libras esterlinas a un Paraguay en ruinas se transformó tres década después en una deuda de siete millones y medio de libras, por ejemplo.


"¿Cuánto tiempo, cuántos hombres, cuántas vidas, cuántos elementos y recursos necesitaremos para terminar esta guerra, para convertir en humo y polvo a toda la población paraguaya, para matar hasta el feto en el vientre de cada mujer?", se preguntaba el Marqués de Caxias, mariscal del ejército brasileño, en una carta dirigida al emperador Pedro II, antes de resignar su cargo a manos del asesino Conde D’Eu. Pero para zanjar la crisis interna de Pedro II en Brasil y también del presidente argentino Bartolomé Mitre, la guerra debía prolongarse hasta el final, y el final era la masacre.

Por eso la mañana del 16 de agosto el mariscal Francisco Solano López ordenó organizar una resistencia en Acosta Ñú para permitir su retirada hacia Cerro Corá, cuando las derrotas paraguayas se sucedían una tras otra. El general Bernardino Caballero fue el encargado de armar y vestir a un batallón de tres mil quinientos niños y apostarlos, junto con quinientos veteranos, en el paraje de Ñú Guassú, frente a un ejército brasileño de veinte mil hombres, alineados con mercenarios provenientes del Uruguay. Pese a las cargas reiteradas de los brasileños desde los cuatro flancos y a la debilidad lógica de la heroica resistencia paraguaya, la batalla de Acosta Ñú demoró toda una tarde en resolverse. Allí fue cuando las madres de los niños comenzaron a bajar del monte para sumarse a la batalla con las armas de sus hijos caídos. Con los últimos vestigios de sol, el Conde D’Eu no titubeó al ordenar el incendio de la pradera, con heridos y prisioneros incluidos, antes de continuar la marcha.

Con la muerte de Solano López en Cerro Corá, la guerra había terminado y la batalla de Acosta Ñú pasó a formar parte de la historia olvidada del continente. Sin embargo, el vergonzoso papel de los gobiernos de Argentina, Brasil y Uruguay en defensa de los intereses comerciales británicos tardaría mucho en apagarse. Al igual que el fuego que consumía de a poco los restos de la masacre en el Cerro Gloria.

Publicado en www.agendadereflexion.com.ar


NOTA DE ACLARACION DE dp

Hago ver en forma muy especial que coincido en algunos aspectos con el enfoque dado por los autores de este artículo, pero debo agregar que difiero profundamente en otros, por lo menos en las dos circunstancias fundamentales que hacen al fondo de la cuestión histórica: 1) que el dictador Francisco Solano López fue el causante de la guerra, al invadir Argentina tratando de llegar al Uruguay y así intervenir en un conflicto civil en este país; y 2) que en definitiva fue el propio López quien mandó a estos niños a combate, considerándose dueño de los destinos en todo Paraguay, su encarnación misma y tomando así la decisión de inmolar a todos con él mismo.

Amén del salvajismo evidenciado por las tropas de la Triple Alianza, que entre otras cosas al tomar prisioneros durante toda la guerra, los vendían, en el caso de los brasileños, en el mercado de esclavos, aberración pocas veces vistas en cualquier contienda del mundo. Más de una década después de terminado el conflicto fue abolida la esclavitud en Brasil, significando ello también la caída de la monarquía.
Como la irracionalidad de toda guerra, vemos como de uno y otro lado se cometieron abusos inconcebibles a la condición humana.


dp