viernes, 15 de septiembre de 2006

VOLVER A EMPEZAR

Solo hasta hace pocas décadas gran parte de la sociedad estaba inmersa en la lucha por lograr las 8 horas de trabajo.
Pero, ¿nos hicimos la pregunta de que está pasando ahora con esta conquista social lograra, incluso, a costa del derramamiento de sangre de miles de hombres de trabajo?.
Por lo que vemos en la Argentina, sobre todo desde los años 90 hasta ahora, esta conquista quedó absolutamente sepultada bajo los escombros de las continuas crisis socio económicas.
(Ahora aquí hago una salvedad: no me referirí en este artículo a la explotación de niños ni a la sexual, no porque los considere en una categoría inferior, sino solo porque los considero en una categoría aparte, que merece una nota especial)
Muy pocos privilegiados regresan a sus hogares luego de sus 8 horas de labor y un poco más de tiempo invertido en llegar o regresar de la misma.
Gran parte de la sociedad invierte entre 12 y 14 horas en esto y algunos hasta 16, con el agravante que lo hacen hasta seis veces por semana o siete, esto último a cambio de algún franco compensatorio en día hábil, cosa que para nada favorece su convivencia familiar.
En toda Latinoamérica se ve un fenómeno similar, pero luego salen publicadas estadísticas, a modo de ejemplo a seguir, donde nos narran la laboriosidad japonesa y hasta de su adicción al trabajo.
La gran diferencia es que cuando el japonés cobra su salario puede gastarlo en distenderse convenientemente, mientras nuestros compatriotas hacen malabares para llegar a fin de mes y deben quedarse en casa, sin derecho a salir a ningún lado, porque la plata no alcanza.
Ni hablar de viajes desestresantes, ni vacaciones en el exterior, ni mantener un automóvil, ni sesiones de sauna o juegos de golf, como lo hacen habitualmente estos laboriosos japoneses ejemplares.

Bien que nos conformamos con una asadito sin mollejas o una pizzita con la patrona y los chicos cada medio aguinaldo.
Podemos ir a shoppings abiertos casi las 24 hs. del día, incluso abiertos después de la misa de gallo, pero, permitiendo con ello, que otro trabajador este esclavizado, con salario indigno, solo porque nosotros gozamos del último beneficio de la globalización: cortarnos el pelo un lunes o tomar un helado a media tarde de un domingo muy caluroso, pero gozando de aire acondicionado entre carteles de "For Sale".
Pero de comprar una pilcha nueva, mejor ni hablar.
En muchos países desarrollados ya se aplica el régimen laboral de 6 horas y hasta se estudia la posibilidad de alargar los fines de semana, cuando nuestros compatriotas padecen de un sistema de explotación a cara descubierta, donde incluso se ve mal si un empleado se retira de su trabajo a la hora que le corresponde. Si no le regala una o dos horas de trabajo gratis a la empresa, su jefe comienza a verlo con mala cara y su nombre comienza a escribirse en la lista de futuros prescindibles.
Ya hasta hemos perfeccionado los sistemas de contrataciones, mensualizaciones, emergencias laborales o planes Jefes y Jefas.
Conozco casos, entre este último sistema mencionado, donde se trabaja entre dos y cuatro horas diarias, a cambio de 150 pesos por mes. Un esclavo le sale más caro al patrón.
A esto le sumamos hospitales públicos en colapso de atenciones, ciudadanos que mueren esperando un turno para una intervención quirúrgica o un tratamiento médico intensivo, una escuela pública en estado de abandono edilicio total y pésima preparación de profesores y alumnos, un sistema de transporte público saturado y en pésimas condiciones de mantenimiento, remuneraciones pésimas a nuestros jubilados y pensionados.
Y encima nos reclaman productividad?.
Da la impresión que esta nota fuera escrita en medio de las convulsiones de la Europa de mediados del siglo XIX o en la Argentina de la Semana Trágica, pero lo triste es que está escrita en pleno año 2006, mientras unos no saben como gozar de sus beneficios y otros hasta se olvidaron que los tuvieron o que tienen derecho de tenerlos.
Por ello, me propongo asumir un rol activo de defensa de los derechos del ciudadano y del trabajador consagrados en los artículos 14, 14 bis y 15 de la Constitución de la Nación Argentina. Ni más, ni menos.
Art. 14.- Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.
Art. 14 bis.- El trabajo en sus diversas formas gozará de la protección de las leyes, las que asegurarán al trabajador: condiciones dignas y equitativas de labor; jornada limitada; descanso y vacaciones pagados; retribución justa; salario mínimo vital móvil; igual remuneración por igual tarea; participación en las ganancias de las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección; protección contra el despido arbitrario; estabilidad del empleado público; organización sindical libre y democrática, reconocida por la simple inscripción en un registro especial.Queda garantizado a los gremios: concertar convenios colectivos de trabajo; recurrir a la conciliación y al arbitraje; el derecho de huelga. Los representantes gremiales gozarán de las garantías necesarias para el cumplimiento de su gestión sindical y las relacionadas con la estabilidad de su empleo.El Estado otorgará los beneficios de la seguridad social, que tendrá carácter de integral e irrenunciable. En especial, la ley establecerá: el seguro social obligatorio, que estará a cargo de entidades nacionales o provinciales con autonomía financiera y económica, administradas por los interesados con participación del Estado, sin que pueda existir superposición de aportes; jubilaciones y pensiones móviles; la protección integral de la familia; la defensa del bien de familia; la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna.
Art. 15.- En la Nación Argentina no hay esclavos: los pocos que hoy existen quedan libres desde la jura de esta Constitución; y una ley especial reglará las indemnizaciones a que dé lugar esta declaración. Todo contrato de compra y venta de personas es un crimen de que serán responsables los que lo celebrasen, y el escribano o funcionario que lo autorice. Y los esclavos que de cualquier modo se introduzcan quedan libres por el solo hecho de pisar el territorio de la República.

Parece algo simple, en verdad lo es, pero implica ponerse al lado del pueblo laborioso, hoy avasallado.
Lo que dejaron de hacer hace rato largo los sindicatos, los partidos políticos, los empresarios, las instituciones intermedias en general y la iglesia, debemos hacerlo de nuevo nosotros, los soñadores, rescatando los pensamientos de muchos otros que antes, mucho antes, se jugaron y lograron hacer de la misma dignidad, un derecho.

dp